Hay una famosa historia Zen que dice así:
Un monje le dijo a Joshu, "Acabo de entrar al monasterio. Por favor enséñame."
Joshu preguntó, "¿Ya te comiste tu crema de arroz?"
El monje respondió, "Ya me la comí."
Joshu dijo, "Entonces espero que hayas lavado tu tazón."
Y en ese momento, el monje fue iluminado.
No voy a tratar de explicar esa historia, ya que estoy lejos de ser lo suficientemente iluminado como para entenderla.
En vez de es, me gustaría enfocarme en la maravillosa simplicidad de ese consejo:
"¿Ya te comiste tu crema de arroz? Entonces espero que hayas lavado tu tazón."
Esto es algo en lo que pienso cada vez que como, y de hecho, siempre que termino de hacer algo.
"¿Terminaste de comer? Entonces lava tu tazón."
Hay algo profundo y aún así minimalista sobre este consejo, y es:
No te compliques pensando sobre el significado de la vida. En vez de eso, simplemente haz. Simplemente lava tu tazón. Y al lavar, encontrarás todo lo que necesitas.
He encontrado que esto es verdad. Yo literalmente lavo mi tazón después de comer, lentamente y conscientemente. Es satisfactorio, requiere pocos recursos, y no requiere dinero.
Cuando tomo una ducha, lavo a mano mi ropa sucia (si está sucia), la escurro y la cuelgo para colgarse. Cuando preparo comida, limpio el mesón y pongo los ingredientes en su lugar.
Por lo menos lo intento - no aclamo ser perfecto.
Recordar hacer estas cosas cuando terminamos la actividad no se trata solo de ser ordenado - se trata de ser consciente, de completar lo que hemos empezado, de estar presentes en todo lo que hacemos en vez de correr a la siguiente actividad.
Lava tu tazón, con cuidado y con dicha.
← Regresar a la Tabla de Contenidos